Кончита Морталес
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Очень красивая сказка о маленькой рыжей девочке с зелеными глазами и призраке огромного черного Ворона.

Fábula del Cuervo y la Niña

Había una vez una niña de rojizos cabellos que se adentró en el bosque del que hablaban las leyendas contadas por los ancianos del lugar. Según decían, se trataba de un bosque fantasma en el que no había animales sino sombras y los árboles yacían lánguidamente en una triste melancolía por un pasado que los ancianos no acertaban a desentrañar.


Кончита Морталес
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Fábula del Cuervo y la Niña

Había una vez una niña de rojizos cabellos que se adentró en el bosque del que hablaban las leyendas contadas por los ancianos del lugar. Según decían, se trataba de un bosque fantasma en el que no había animales sino sombras y los árboles yacían lánguidamente en una triste melancolía por un pasado que los ancianos no acertaban a desentrañar.
La niña, ante semejante paraje desolador, parecía una pequeña mota de luz y calidez. A su alrededor todo susurraba, pero la niña no tenía miedo, no estaba asustada, pues su corazón albergaba la fuerza y el valor, el ansia y la necesidad de hallar las respuestas a las leyendas que habían llenado su cuna...
De pronto, frente a ella en un hosco árbol vislumbró una sombra oscura, difuminada entre el ramaje del triste árbol.
-¡Oh, dulce pájaro!, ¿qué sois?
Y el negro pájaro se giró con recelo y con apatía respondió:
- Un cuervo, mi señora.
La niña entrecerró los ojos contemplando aquella bella criatura que posaba, imponente, en una fina rama que no parecía molestarse por albergar a semejante huésped Finalmente, se acercó a él.
- ¿No me teméis, mi señora? - dijo el cuervo desconcertado.
La niña sonrió.
- ¿Queréis acompañarme por el bosque?
Y el cuervo accedió, aunque solo fuera por romper la rutina de una vida en el olvido. Y así, la extraña pareja emprendió un viaje en la nocturnidad de la tristeza que exhalaba el cuervo, y en la entusiasmada alegría de la dulce niña.
Según paseaban, las preguntas que la niña hacía al cuervo, se le iban clavando como estacas haciéndole ver la verdad de la situación, empañada por el vaho de la rutina.
- ¡Oh, dulce cuervo! ¿Por qué el río corre amarillento?
Y el cuervo, triste, respondió:
- Porque el agua ha muerto, mi señora.
La niña silenció su voz por un momento, la sonrisa perdió su valor y sus ojos empezaron a gritar palabras ahogadas por aguas saladas.
Siguieron caminando y cuanto más preguntaba más se acongojaba su corazón, mas sentía la necesidad de saber.
- ¿Por qué los árboles son tan lánguidos y oscuros? - preguntó la niña, temblando.
- Porque van de luto, son espectros de luto. Poco a poco fueron languideciendo por el dolor a la par que morían, convirtiéndose en tristes espectros del eterno lamento.
El tiempo pasaba, y la dulce y triste niña miraba alrededor buscando algo que solo caminaba a su lado...
- ¡Oh, dulce cuervo! ¿no hay animales en este bosque?
- Como los árboles, son espectros y apenas se ven pues su textura se confunde con la languidez de los árboles.
- Entonces, ¿no hay ningún ser vivo aquí?
- Solo vos, mi señora.
- ¿Y vos, dulce cuervo?
- Yo no estoy muerto, porque, realmente, nunca he vivido.
La dulce niña le miró con sus verdes ojos empapados en llanto. Su voz, apenas un susurro, se atrevió a decir:
- ¿Cómo ha pasado esto?
El cuervo respiró hondo y cerró los ojos por un momento. Finalmente dijo:
- Antaño, los hombres y los entes naturales éramos uno bajo la luz de la Madre Naturaleza. Pero el hombre, que poseía una capacidad exclusiva de su raza, confundió esa capacidad con la superioridad solo atribuible a la Madre Naturaleza, y así se produjo la secesión... Desde entonces, no hemos hecho más que morir, pues cada ser que exhalaba naturaleza fue convirtiéndose en un espectro, vivo pero olvidado, hasta llegar a ser lo que tus alegres ojos nunca tendrían que haber visto.
Con la pena anclada en su pecho, la voz encerrada en su garganta y un susurro enterrado en su estomago, la niña esbozó:
- Pero, ¡oh dulce pájaro!, ¿no hay forma de volver a los tiempos de antaño?
- Hay una forma...
Y el cuervo guió a la niña a un cementerio escondido en el que solo había una tumba. Y el cuervo habló:
- Aquí yace olvidada la Madre Naturaleza, que murió poco después de que los humanos nos abandonárais... ¡Oh Madre Naturaleza! - invocó - un humano y un ente natural se hallan ante vos para volver a los tiempos de antaño...
Esperaron un rato... Nada y el cuervo tuvo que confesarle a la niña que no sabía exactamente lo que había que hacer. Desesperados y abatidos, se disponían a abandonar el lugar cuabdo una luz blanca envolvió la tumba y cubrió el cuerpo de una bella dama de piel traslúcida.
- Madre, ¿sois vos? - preguntó titubeante el cuervo.
- Soy solo un rastro de lo que en los albores de los tiempos fui.
- Madre, decidnos cómo podemos volver a esos tiempos... - suplicó.
La Madre Naturaleza miró duramente a la niña, que se asustó, y dijo:
- Ella debe aceptar voluntariamente su sacrificio. Si su sangre riega este suelo estéril, volveremos a ser uno.
- ¡Acepto! - gritó la niña con una firmeza que sorprendió al cuervo.
Y así, el espíritu inmaculado preparó a la niña para el sacrificio, y cuando se preparaba para sesgar la vida de la dulce niña, algo la frenó.
- ¡Deteneos!
- ¿Por qué?, cuervo, ¿acaso no queréis vivir en el antiguo paraíso?
- Sí, pero no así.
- ¿Por qué? Esta es la única forma, si te niegas nos condenarás a todos al olvido eterno.
- Porque yo... yo... yo... - suspiró - porque yo la amo.
Madre sonrió y volvió a la vida, su cuerpo ya no era etéreo y el suelo empezó a estremecerse con la calidez de sus bellos pies. El cuervo, desconcertado, miraba si la niña respiraba o si había sido sacrificada sin que él se hubiera percatado; pero sus ojos grises se encontraron con unos verdes, muy vivos, que expresaban los mismos sentimientos que los suyos.
- ¿Qué ha pasado? - dijeron al unísono.
- Ambos habéis elegido correctamente. Para que todo volviera a ser como antes era necesario que tanto un humano como un ente natural cedieran y decidieran unirse...
- Pero, mi señora, fuerno los humanos los primeros en abandonarnos, ¿por qué habríamos nosotros de ceder?
- Por lo que has dicho, ellos fueron los primeros, pero los entes naturales les seguisteis - el desconcierto del cuervo iba en aumento -. Aquellos por una mal interpretada capacidad y vosotros por un orgullo herido; el hecho fue que ambos os cerrasteis al otro y ahí fue cuando yo morí y conmigo todo lo bueno. Así, yo he regresado porque esta niña estaba dispuesta a sacrificarse por mí sin dudar y porque tú has llegado a amarla a pesar de su condición de humana.
De repente, la niña corrió y se abrazó al cuervo.
Y el amor más puro e inocente quedó sellado entre una niña, que jamás conoció la maldad, y un cuervo, que nació entre odios y sombras.
La Madre Naturaleza de nuevo habló:
- Vuestra unión me ha devuleto la vida y como recompensa, os alargo la vuestra.
Y mientras el cuervo conservó su juventud, la dulce niña alcanzó la suya convirtiéndose en una joven hermosa.



Una tarde, mientras paseaban por el sonriente bosque, lleno de vida y sosiego, el cuervo le habló a la muchacha:
- ¡Oh dulce joven! Siempre os he querido preguntar algo.
- Decidme, mi dulce pájaro.
- ¿Qué haciáis en ese bosque, cuando nos conocimos?
La joven le miró con esos vivos ojos verdes y respondió:
- Los humanos nos dimos cuenta de nuestro error al separarnos de vosotros y quisimos que ese error perdurara en nuestra memoria en forma de leyenda, hasta que alguien decidiera enmendarlo.
- Y ese alguien fuisteis vos...
- Sí, y no me arrepiento.
Y la muchacha miró al cuervo con unos ojos enamorados y una viva sonrisa en sus finos labios, y el cuervo dejó rodar una lágrima de alegría por su plumaje.


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Нормалёк.